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Nieves Pérez Calero

Jaque a la violencia de género

Jaque a la violencia de género

¿Estamos al corriente de que vivimos entre estereotipos de género que impregnan de desigualdades la vida de todos y todas las ciudadanas? ¿Pecamos de ignorantes al afirmar que hemos superado esa barrera?

La polémica está servida. Las tesis que aquí se traen se respaldan con datos e investigaciones. Algunas advierten que intentar disgregar la sociedad entre hombres y mujeres solo lleva a la discriminación de género. Se habla de que las únicas diferencias que existen entre hombres y mujeres son puramente biológicas y en lo relativo a las funciones orgánicas del aparato reproductivo, es decir, lo que entendemos por sexo.

Por su parte, el género enlaza esos roles sociales que se han previsto para el hombre y para la mujer. Se alimenta de esas diferencias culturales entre hombres y mujeres que se refieren a las funciones sociales en las que se catalogan a cada género. Son datos que se registran durante toda la vida en el hipotálamo y en el bulbo raquídeo y que no tienen que ser verdaderos, sino repiqueteantes.

La tradición patriarcal es arrastrada por la mayoría de las sociedades pero eso no es una excusa. De ahí que no se salve ni una sin alguna tachadura machista y por suerte, feminista. Este androcentrismo desencadena desigualdades de género y muchas consecuencias derivadas, como la violencia de género.

La violencia a la mujer afecta a la mitad de la humanidad y  se desarrolla en todos los países. Aparece como resultado de una guía o formación pedagógica desde la infancia. Las investigaciones aseguran que no existen evidencias de estereotipos de género en el feto que se encuentra en el útero materno. Sin embargo, comienzan a observarse una vez que el o la  bebe ha nacido.

Los primeros signos aparecen en la asignación de la ropa (color, falda, pantalón, etc.), en la decoración de la habitación, en los juguetes, en la perforación de las orejas (pendientes), en las canciones y cuentos que, por lo general, enseñan ideas estereotipadas, tales como la no expresión de sentimientos dulcificados para ellos y  la tenencia de una posición de delicadeza y victimización para ellas. La división de las tareas del hogar se convierten en una guerra, pero también posicionan al hombre como un ser incapaz y a la mujer en una esclava del trabajo porque labora tanto dentro como  fuera de casa, ya que si sólo lo hace en un ámbito es considerada una fracasada social.

Con respecto a la sexualidad, el aprendizaje viene abanderado con la idea de que el hombre tiene que satisfacer sus deseos a toda costa sin detenerse y que la mujer debe sentirse honrada por ser considerada objeto de deseo y ser utilizada como un florero, sin que en ella otros atributos sean más importantes.  Y así, un largo etcétera de estereotipos que confunden y crean una sociedad errada que está tardando en comprender que la perspectiva de género es una asignatura pendiente en todos los ámbitos.

De una forma gradual pero constante, se van instruyendo a los niños y a las niñas hasta convertirse en mujeres y hombres que viven con normalidad en un mundo lleno de estereotipos y desigualdades por razones de género.

La influencia de la educación es abalada por multitud de datos. Si nos asomamos a los que revierte un estudio reciente realizado por los y las  investigadoras de la Universidad Complutense de Madrid, se observa que  los estereotipos de género, lejos de haberse extinguido, se encuentran activos entre la población más joven.

Este estudio rebela que ha habido un incremento en el porcentaje de chicas que reconocen haber sido maltratadas por sus parejas: el 10,5% de las chicas de 14 a 19 años frente al 9,6% registrado por el mismo estudio en 2010.

Además, se desprende que muchas jóvenes no reconocen las formas de maltrato como tales. Así, un 6,2% de las chicas dicen haberse visto obligadas a prácticas sexuales que no deseaban, un 14,6% han sido amenazadas por sus parejas hasta sentir miedo y un 23,2% han sido insultadas y ridiculizadas.

El estudio también revela cómo las féminas se afanan en la idea romántica del amor que las lleva a despojarse de todo tipo de intimidad, llegando a entregar a su pareja las claves de acceso a su correo, a las redes o al envío de fotos que son utilizadas como martirio cuando la relación llega a un mal fin.

Los errores educacionales en torno a los estereotipos de género se reflejan en el  36,3% de los adolescentes que piensa que los celos son una expresión de amor, y en el 11,7% de los chicos que creen que está bien que los hombres salgan con muchas chicas, pero no al revés.

 Es significativo observar que comparando los datos del estudio del año 2010 y del actual, llegamos a la conclusión de que en casi todos los apartados se observa un aumento en los porcentajes que señala un retroceso. No en vano, desde la Fiscalía de menores se denunció un aumento de las agresiones de jóvenes hacia sus parejas mujeres.

Los nóveles machistas se sirven de las nuevas tecnologías según se ha vertido en el IV Congreso anual para el estudio de la violencia contra las mujeres que lleva por título “El impacto de las TICs en la violencia contra las mujeres”, que ha comenzado hoy día 25 de noviembre, en Sevilla.

 Según las reseñas, estas herramientas elaboradas para facilitar la vida y la comunicación de las personas son usadas para ejercer la dominación machista, perpetrada a través del control, por ejemplo, con el teléfono móvil, ya sea de forma directa o sutil (mensajes gratuitos, videollamadas, localizador, etc.).

 Mientras que las autoridades y las administraciones no se ponen manos a la obra, seguiremos sumando víctimas y leyendo informes como el último ofrecido por la Organización Mundial de la Salud en el que se denomina a la violencia de género como una “epidemia”, ya que cuatro de cada diez asesinatos de mujeres es cometido por sus parejas. Además, un tercio de las mujeres ha sufrido o sufrirá esta violencia en su vida de pareja. En la misma proporción han sido o serán agredidas sexualmente. Además, tendrán un 1,5% más de posibilidades de adquirir enfermedades de transmisión sexual o VIH y de presentar un aborto si son agredidas en el embarazo por su pareja.

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