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Nieves Pérez Calero

No me estereotipes

No me estereotipes

La estereotipia podría tratarse como una forma natural que tiene el ser humano de conocer. Es una estrategia adaptativa de la mente.  A través de sus estructuras mentales creadas desde la infancia, un adulto se “guía” para afrontar la aparición de algo novedoso. A partir de tres procesos cognitivos básicos se forma un estereotipo: la categorización, la comparación y la atribución de características. De esta forma, una persona puede encasillar a otra dentro de un estereotipo, por ejemplo, por su forma de vestir.

Hasta ahí todo bien, pero no del todo, porque si el estereotipo perdura en el pensamiento, sólo trae complicaciones negativas, simplificando la realidad, oponiéndose al cambio y llevando a las personas a una segregación o discriminación.

Si  sabemos que no todos los chinos saben kárate, ¿por qué no presuponemos  que los roles que se les otorga tradicionalmente a hombres y mujeres, en ocasiones, no se corresponde con la realidad de cada persona?

En primer lugar hay que decir que nunca se debe hablar de mujer o de hombre, sino de mujeres y de hombres, porque cada cual es una persona con identidad propia.

La identidad es un concepto muy relacionado con la estereotipia que se maneja en los medios de comunicación. Si damos un vistazo a la pirámide de Maslow vemos que en su tercer escalón se encuentra la “identificación grupal”, un concepto utilizado para llegar al share, generalmente a través de iconos mediáticos.

Los medios de comunicación constituyen una parte importante de la sociedad.  Tienen una labor social pero también son empresas cuya finalidad es un gran beneficio en su cuenta de resultados.  Informan,  entretienen y, además,  educan, normalizando conductas, ideas y un largo etcétera.  

Los medios de comunicación han sido y son muy beneficiosos para la sociedad. Han posibilitado grandes cosas pero su magnificencia los vuelve algo caóticos para el mundo en el que vivimos. Hoy, más que nunca, se hace necesaria una formación en materia de medios de comunicación y, por ende, de género.

Varios son los debates inconclusos que atañen a esta temática. Podemos citar aquel que interroga sobre el reflejo de los medios de la sociedad. De la misma forma que es cuestionable,  ¿qué fue antes, el huevo o la gallina? Aquí, es rebatible: ¿los medios reflejan a la sociedad o la sociedad imita el reflejo que los medios dan de ella? Otra cuestión trataría de saber si se hacen productos mediáticos para un público objetivo o es el público el que se adapta para  consumir esos productos porque no tiene otros.

No se trata de echar la culpa a unos u a otros, sino de que las personas sepan consumir medios sin que éstos les consuman a ellas.

Parece que la valoración del problema no es suficiente y como si se tratara de un bucle inacabable, la estereotipia de género se renueva e incluso se reinventa. Aún son muchos los actores sociales que no ponen remedios suficientes para erradicar este mal social que genera y desprende otros múltiples problemas sociales que no se van a detallar aquí por resultar evidentes y hasta maníos de leer.

Para dar cuenta de que hace falta una actuación personal ante todo esto, demos un vistazo rápido a uno de los medios de comunicación más consumidos en la actualidad: la televisión. Veamos cómo los estereotipos femeninos más recurrentes se repiten de forma incesante, haciendo que éstos se normalicen.

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